Nunca fui un niño normal.
Siempre llegaba de la escuela a la casa inventando cosas mi padre decía que
tenía mucha imaginación pero mi madre nunca compartió aquella opinión. Cada vez
que se me ocurría una bella historia ella la apaciguaba con sus labores o peor aún
me ignoraba, extrañamente siempre necesitaba que alguien me escuchara cada vez
que mi pequeño globo de imaginación explotaba.
En estos pequeños cuentos
era capaz de mezclar pequeños mitos griegos con nórdicos, me gustaba estas
clases de lecturas. También les agregaba un poco de hadas o duendes, y estos
pequeños bribones constantemente se salían con la suya pues ellos un día me
robaron un calcetín.
-Madre, los duendes se
robaron mi calcetín.
-Sebastián, déjate de
tonterías y ven mejor a ayudarme- prefiere trabajar y nunca escucharme así es
ella, siempre lo ha sido.
Estaba sentado en la sala
de la casa esperando a que mis padres terminaran de alistarse porque era noche
familiar. Pero, vi debajo de la vieja mesa una extraña mano que salía más no era
una mano común sino tenía pelo algo excesivo, garras creo que era eso, era demasiado
grande aquella mano y además tenía un dedo de más, por un momento creí que
alucinaba pero no fue así esta se movía y cuando escucho la voz de mi madre
esta desapareció tras la mesa.
Cuando partimos olvide casi
en su totalidad lo que había ocurrido antes de irnos pensé que mis padres me tacharían
de loco. Sin embargo, cuando termino la cena y llegamos a la casa voltee hacia
la mesa donde vi la mano esperando volver a verla no hubo nada ahí.
-¡Buenas noches! Sebastián,
que descanses.
-Igualmente padre.
-Que descanses Sebastián.
-Gracias Mamá.
-Sebastián, que sueñes
con tus propios monstros- hubo una pequeña risa entre todos a mi padre le
encantaba decirme esto cada noche antes de dormir.
-Claro Papá.
Ellos cerraron la puerta
de mi cuarto, todo se veía oscuro en su totalidad excepto por un pequeño haz de
luz que iluminaba parte de mis piernas me quede rato mirando esta pequeña luz
que reflejaba la luna del sol. Cuando percibí que la luz desapareció pensé que
lo mejor era dormir pero recordé que no era temporada de lluvia todo estaría
despejado, voltee hacía la ventana pero la oscuridad me impedía ver que más
había, esto se volvió más extraño por que escuche respiraciones que no eran las
mías.
-¿Quién está ahí?- me
arme de valor porque desconocía la persona o cosa que estaba tapando la luz.
-Dije ¿Quién está por
ahí?- se calló la otra respiración y solo se quedó la mía.
-¡Amigo o enemigo!- se me
ocurrió esto a la mejor el otro individuo estaría asustado como yo.
-Amigo- escuche esta
palabra la cual me alivio al saber que era alguien bueno.
- Bueno amigo, deja
prendo la luz para verte.
-¡No!- grito
-¿Qué pasa?
-No la prendes esta hace
que desaparezca, y además no queras verme.
-No te creo eso de que desaparecerás
y el no querer verte eso es ridículo ni que estuvieras tan feo.
-Créeme niño no lo queras
saber.
-¿Saber qué? – Se quedó
callado- dime ni que fuera tan grave.
-Te lo diré pero no
prendas la luz.
-Está bien, tienes mi
palabra.
-Soy un monstro.
-¿Qué? ¿Cómo es eso
posible?
- Así es mocoso, créeme
lo sé porque he vivido más tiempo que tú.
-¿Qué edad tienes?
-Más de los que podías
contar.
-Pensé que serías un monstro
amigable.
-Dime niño que monstro en
la historia ha sido amigable.
- No sé, la verdad lo desconozco
pero puede que un autor lo haya hecho realidad. Espera ya recordé Oscar Wilde tiene
un monstro, bueno era un gigante que era muy egoísta pero se volvió amable con
todos.
- Pero ese era inventado.
- Entonces, tú ¿Qué eres?
real o inventado.
-Calla niña, solo vine a
descansar por esta noche debajo de tu cama.
-Y por qué no te quedas
conmigo me hace falta una compañía en esta noche, cada niño necesita un monstro
de vez en cuando.
-¿Por qué no me tienes
miedo?
-¿Por qué debería tenerlo
acaso no me respondiste amigo? Así es como te veo, o me mentiste.
Lo que no sabía era que
mi amigo el monstro estaba llorando tardo en responderme pero al final me dijo:
-Bueno niño, te dejare
dormir y quisiera dormir de igual manera mañana será un día muy atareado.
Apenas amaneció y me fije
de debajo de mi cama pero no había nada. Entonces pensé que él se había ido con
los primero rayos de luz como me dijo que desaparecería con solo estar expuesto
a la luz. Me levante de mi cama y fui a almorzar con mis padres pero en la
puerta de mi cuarto encontré una carta la cual era dirigida a mí por parte del
monstro solo decía:
-Te espero en la noche
pequeño Sebastián- sonreí.