martes, 28 de abril de 2015

Las dos Ana.


Era cerca del mediodía cuando Ana se enteró que su pequeño hijo Alberto había fallecido. Los vecinos vinieron a consolarla, y si no fuera poco a darle el pésame, en cambio su esposo Alberto veía un cambio en la actitud de Ana pero sin saberlo le ocurrió también a él. Diana – la mejor amiga de Ana- vino del pueblo donde ellas nacieron  para cuidar a su querida amiga y ver su recuperación, mas eso no quiere decir que su esposo no la cuidase sino que le ayudaba de otra manera.
Ellos eran una familia muy bonita pero desde que murió el pequeño todo cambio en esa casa. El lugar a que llamaban hogar se volvió en un manicomio. Ana ya no pudo soportar el dolor y se dejó ganar por la locura o eso creía ella, gracias a la pérdida de su amado hijo. Todo esto se hizo resentir hacia  Alberto y Diana.
Un día antes que sepultaran al pequeño Alberto, Ana decidió salir un momento de la casa pero ella no reconocía el lugar ni a los vecinos ni a su propia vivienda. Alberto estaba observándola desde la ventana y se sorprendió que se estuviese completamente quieta en el mismo lugar, según él, ella iba a salir a prender el carro mientras los demás se alistaban.
-¡Dulce podrías ir con Ana, allá afuera!
-Muy bien, Alberto.
Dulce se acerca a Ana pero esta toda desorientada no la reconoce, no sabe quién es ella. Entonces  Diana le habla a Alberto, él va.
-¿Qué es lo que pasa?- Diana se le acerca.
-No nos reconoce.
-Pero, ¿Cómo es posible?
-Lo veo en su mirada.
Ana se queda inmóvil mientras escucha la conversación pero ella piensa que estas personas tratan de ayudarle a recordar ¿De dónde es? Y ¿Cómo llego a este vecindario?
Así que Alberto se le queda mirando a su esposa y pensó que ella no podría ir al funeral de su hijo,  no sería capaz de reconocerle ni a él ni a ningún pariente. Diana intento en vano aclarar que son amigas. Pero, Ana no pensó lo mismo cuando Diana salió de la casa y al ver que Alberto se le acerco a ella, cree que ellos son esposos. Alberto intenta decirle algo-soy tu esposo, y acabábamos de perder a un hijo- fue en vano, ella vio que esta joven pareja perdió un hijo. Sintió mucha lastima por ellos.
Diana la invito a entrar a la casa para tomar un poco de café, ella acepto. Cuando entro a la casa volvió a ser la misma Ana que conocían, solo que no recordaba lo que ocurrió afuera, fueron algunos momentos muy extraños para todos, Más Diana y Alberto decidieron no hablar de lo ocurrido.
La casa tenía a su lado un pequeño consultorio el cual era donde trabajaba Alberto. Desde el momento en que Ana salió de la casa actuando de esa manera, no como siempre lo hacía sino como otro ser, Alberto comenzó a analizarla. Cuando estaba en la casa era ella misma fue lo que vio, pensó que este lugar, su hogar, era un tipo de refugio para su mente, por su hijo, especialmente porque tenía recuerdos fuertes de él, aunque este yace en la tierra.  Y era lo que le permitía a su conciencia permanecer en esta realidad.
Pero, inesperadamente, ella cambio y él sigue sin saber por qué, cuando Ana sale de la casa cambia su personalidad en vez de ser la esposa cariñosa, amable y comprensiva se vuelve en alguien fría, apacible, un poco descuidada y a veces con una expresión de desorientación, estaba consiente que le sucedía algo pero no sabía lo que era. Veía a los demás, a Diana y Alberto, y se decía -ellos son los que tienen un problema no yo- estas palabras estaban las justificaba por que ellos habían perdido al niño, no ella.
Pasaban los días pero ella no daba señales de recuperación sobre su estado. Diana se fue dejando a Alberto solo con Ana. Ella desapareció de sus vidas.
Un día Alberto se atrevió a confrontar a Ana sobre la verdad. Como lo esperaba ella no lo creyó a pesar de que le dijo el motivo de por qué no salía de casa, ella vio que era así. Sin embargo, ella siguió sin creerle y se atrevió en decirle que dejara de estar con tanto loco que esas palabras que le decían eran poco creíbles. Al ver que su esposa era terca en gran medida espero mejor a la otra Ana.
Cuando salió su esposa fuera de la casa  como era habitual salía a flote la otra Ana. Ellos comenzaron a hablar:
-Hola otra vez- dijo él.
- Hola, hace rato que no nos veíamos.
- Cierto muy cierto- se le queda mirando con una seriedad, esperaba que fuere más comprensible esta Ana-, disculpa Ana tengo algo que decirte.
- Enserio, dime que es.
-Tú tienes una doble personalidad.
-Si claro, y me dirás que también soy científica.
-No, bueno se relaciona. Como te dije la primera vez que nos vimos te dije que eras mi esposa. Y algo te ha ocurrido pero no sé cómo solucionarlo. Créeme llevo tiempo buscando una solución para tu problema.
-Bueno, que te parece si vamos a tu consultorio para platicar más tranquilamente.
-Claro.
Pero extrañamente esta Ana hizo sentar a Alberto en la silla del paciente y ella se sentaba en la del psicólogo. Le aclaro que él era el enfermo que llevaba siete años examinándolo y descubriendo todos sus momentos de su supuesta realidad. Pero en los últimos meses había percibido un cambio radical en su actitud que le hacía ver a ella como su esposa y que había creado a varios personajes. Solamente le siguió el juego porque era solo un paciente muy interesante.

Fin.

miércoles, 15 de abril de 2015

Poema 1

Por un pétalo de dalia que arranco
Es un sueño o un recuerdo
De lo que vivir contigo quiero,
Lo deseado es puro, y no vil pecado.

Tres veces abrasarte querida
Y tres veces besarte en tu boca chica.
Pero es lo mismo, cada día, lo mismo,
Sólo un saludo y un abrazo de amigo.

No es lo que deseo, y siento frío
Al ver que no estamos de acuerdo
y ver que el amor no esta surgido.