Era cerca del mediodía
cuando Ana se enteró que su pequeño hijo Alberto había fallecido. Los vecinos
vinieron a consolarla, y si no fuera poco a darle el pésame, en cambio su
esposo Alberto veía un cambio en la actitud de Ana pero sin saberlo le ocurrió
también a él. Diana – la mejor amiga de Ana- vino del pueblo donde ellas
nacieron para cuidar a su querida amiga
y ver su recuperación, mas eso no quiere decir que su esposo no la cuidase sino
que le ayudaba de otra manera.
Ellos eran una familia
muy bonita pero desde que murió el pequeño todo cambio en esa casa. El lugar a
que llamaban hogar se volvió en un manicomio. Ana ya no pudo soportar el dolor
y se dejó ganar por la locura o eso creía ella, gracias a la pérdida de su amado
hijo. Todo esto se hizo resentir hacia Alberto
y Diana.
Un día antes que
sepultaran al pequeño Alberto, Ana decidió salir un momento de la casa pero
ella no reconocía el lugar ni a los vecinos ni a su propia vivienda. Alberto
estaba observándola desde la ventana y se sorprendió que se estuviese
completamente quieta en el mismo lugar, según él, ella iba a salir a prender el
carro mientras los demás se alistaban.
-¡Dulce podrías ir con Ana,
allá afuera!
-Muy bien, Alberto.
Dulce se acerca a Ana
pero esta toda desorientada no la reconoce, no sabe quién es ella.
Entonces Diana le habla a Alberto, él
va.
-¿Qué es lo que pasa?-
Diana se le acerca.
-No nos reconoce.
-Pero, ¿Cómo es posible?
-Lo veo en su mirada.
Ana se queda inmóvil
mientras escucha la conversación pero ella piensa que estas personas tratan de
ayudarle a recordar ¿De dónde es? Y ¿Cómo llego a este vecindario?
Así que Alberto se le
queda mirando a su esposa y pensó que ella no podría ir al funeral de su hijo, no sería capaz de reconocerle ni a él ni a
ningún pariente. Diana intento en vano aclarar que son amigas. Pero, Ana no pensó
lo mismo cuando Diana salió de la casa y al ver que Alberto se le acerco a
ella, cree que ellos son esposos. Alberto intenta decirle algo-soy tu esposo, y
acabábamos de perder a un hijo- fue en vano, ella vio que esta joven pareja
perdió un hijo. Sintió mucha lastima por ellos.
Diana la invito a entrar
a la casa para tomar un poco de café, ella acepto. Cuando entro a la casa
volvió a ser la misma Ana que conocían, solo que no recordaba lo que ocurrió
afuera, fueron algunos momentos muy extraños para todos, Más Diana y Alberto
decidieron no hablar de lo ocurrido.
La casa tenía a su lado
un pequeño consultorio el cual era donde trabajaba Alberto. Desde el momento en
que Ana salió de la casa actuando de esa manera, no como siempre lo hacía sino
como otro ser, Alberto comenzó a analizarla. Cuando estaba en la casa era ella
misma fue lo que vio, pensó que este lugar, su hogar, era un tipo de refugio
para su mente, por su hijo, especialmente porque tenía recuerdos fuertes de él,
aunque este yace en la tierra. Y era lo
que le permitía a su conciencia permanecer en esta realidad.
Pero, inesperadamente,
ella cambio y él sigue sin saber por qué, cuando Ana sale de la casa cambia su
personalidad en vez de ser la esposa cariñosa, amable y comprensiva se vuelve
en alguien fría, apacible, un poco descuidada y a veces con una expresión de
desorientación, estaba consiente que le sucedía algo pero no sabía lo que era. Veía
a los demás, a Diana y Alberto, y se decía -ellos son los que tienen un
problema no yo- estas palabras estaban las justificaba por que ellos habían
perdido al niño, no ella.
Pasaban los días pero
ella no daba señales de recuperación sobre su estado. Diana se fue dejando a
Alberto solo con Ana. Ella desapareció de sus vidas.
Un día Alberto se atrevió
a confrontar a Ana sobre la verdad. Como lo esperaba ella no lo creyó a pesar
de que le dijo el motivo de por qué no salía de casa, ella vio que era así. Sin
embargo, ella siguió sin creerle y se atrevió en decirle que dejara de estar
con tanto loco que esas palabras que le decían eran poco creíbles. Al ver que
su esposa era terca en gran medida espero mejor a la otra Ana.
Cuando salió su esposa
fuera de la casa como era habitual salía
a flote la otra Ana. Ellos comenzaron a hablar:
-Hola otra vez- dijo él.
- Hola, hace rato que no
nos veíamos.
- Cierto muy cierto- se
le queda mirando con una seriedad, esperaba que fuere más comprensible esta
Ana-, disculpa Ana tengo algo que decirte.
- Enserio, dime que es.
-Tú tienes una doble
personalidad.
-Si claro, y me dirás que
también soy científica.
-No, bueno se relaciona.
Como te dije la primera vez que nos vimos te dije que eras mi esposa. Y algo te
ha ocurrido pero no sé cómo solucionarlo. Créeme llevo tiempo buscando una
solución para tu problema.
-Bueno, que te parece si
vamos a tu consultorio para platicar más tranquilamente.
-Claro.
Pero extrañamente esta
Ana hizo sentar a Alberto en la silla del paciente y ella se sentaba en la del psicólogo.
Le aclaro que él era el enfermo que llevaba siete años examinándolo y
descubriendo todos sus momentos de su supuesta realidad. Pero en los últimos
meses había percibido un cambio radical en su actitud que le hacía ver a ella
como su esposa y que había creado a varios personajes. Solamente le siguió el
juego porque era solo un paciente muy interesante.
Fin.
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