Ya hace cinco minutos
que Erick Rosas había salido de su casa
para llegar al mismo semáforo de todos los días. Unos días atrás se lo había
pasado de largo sin consecuencia alguna, a él no le gustaba esperar en que se
pusiera en verde ¿A quién no le gusta esperar un semáforo en rojo? En especial
ese en que Erick tenía que ser paciente. Aquel semáforo viejo y algo desgastado
por los años estaba en una ubicación para nada favorable. De hecho era el único
en su clase, lo colocaron a mitad de la cuadra, así es a mitad de una manzana,
usted se imaginará lo que los conductores de la colonia conocida vulgarmente
como “tres dedos” soportan cada día por esperar a que ese semáforo se ponga en
verde. Fácil sería decir: por qué no se cambia, al fin ya es obsoleto. No es
tan sencillo como parece, el presidente de la ciudad de Delicias, Chihuahua declaro
a ese semáforo como patrimonio histórico
de la localidad y que no debería desmantelarse ni dejar que interrumpa su
servicio. Eso volvió locas de desesperación a las personas de esa colonia. Pero,
como todos, Erick ignoraba el semáforo si no había algún policía cerca de aquel
semáforo.
Sin embargo, aquel
día decidió esperar a que se pusiera en verde, no se sabe que fue lo que le
ocurrió pero desde que espero en aquella ocasión no volvió a ser el mismo.
Tenía las manos puestas en el volante, cinco dedos en una y dos en la otra, se
inclinó en el asiento y dejo que pasara el tiempo. Uno pensaría que es algo
ridículo esperar a que el semáforo se ponga en verde de esa manera pero lo que
usted no sabe es que en ese momento, en
ese instante de espera; Erick ve como el tiempo se vuelve lento, tan lento que
solo se relaja y se deja llevar por esa sensación; paz completa sin estrés ni
preocupaciones. Sentía que todo a su alrededor desaparecía por unos momentos
pero esos momentos se volvían casi eternos. Cierra los ojos, hagamos lo mismo,
su mente entra en un trance de relajación agradable siente que está acostado en
agua y solo se oye el silencio de ese momento mágico. Lo ves y percibes que en
ese momento te ocurre lo mismo, se va y lo acompañas por un rato pero él llega
a un lugar del cual tú no tienes permitido entrar.
Las personas de la
colonia “tres dedos” siempre pensaron que Erick era una persona extraña mucho
antes de que se volviera un adicto a la espera del semáforo. Pero, cuando
vieron que su carro duraba horas en aquel viejo semáforo lo tacharon
completamente por loco. Locos tachando locos, ¿por qué digo esto? estas
personas fueron las que le quitaron los dedos a Erick pensaron que él era una
ladrón; y, en ese lugar tan antiguo era
la manera de controlar los robos. Pero, lamentablemente Erick nunca robo nada.
Por eso le llaman vulgarmente “los tres dedos”. Poco le preocupaba a Erick que
le quitasen tres dedos, al fin tenía otros siete.
Nunca le pudieron
quitar en su espera, él disfrutaba estar en el semáforo. Los policías lo
dejaban ahí así evitaban más tragedias para la ciudad. A pesar de lo que el
mundo pudiese decir de ese hombre jamás lograrían que se fuera del semáforo en
rojo. Ni tú ni yo ni los habitantes de esa colonia lo lograrían. Erick, inmóvil
desde hace siete horas; el perro de una vecina se acerca y sin querer huele el
hedor que expedía el vehículo motivo más que suficiente para que saliera
corriendo.
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