jueves, 7 de mayo de 2015

El semáforo en rojo

Ya hace cinco minutos que Erick Rosas  había salido de su casa para llegar al mismo semáforo de todos los días. Unos días atrás se lo había pasado de largo sin consecuencia alguna, a él no le gustaba esperar en que se pusiera en verde ¿A quién no le gusta esperar un semáforo en rojo? En especial ese en que Erick tenía que ser paciente. Aquel semáforo viejo y algo desgastado por los años estaba en una ubicación para nada favorable. De hecho era el único en su clase, lo colocaron a mitad de la cuadra, así es a mitad de una manzana, usted se imaginará lo que los conductores de la colonia conocida vulgarmente como “tres dedos” soportan cada día por esperar a que ese semáforo se ponga en verde. Fácil sería decir: por qué no se cambia, al fin ya es obsoleto. No es tan sencillo como parece, el presidente de la ciudad de Delicias, Chihuahua declaro a ese semáforo como patrimonio  histórico de la localidad y que no debería desmantelarse ni dejar que interrumpa su servicio. Eso volvió locas de desesperación a las personas de esa colonia. Pero, como todos, Erick ignoraba el semáforo si no había algún policía cerca de aquel semáforo.
Sin embargo, aquel día decidió esperar a que se pusiera en verde, no se sabe que fue lo que le ocurrió pero desde que espero en aquella ocasión no volvió a ser el mismo. Tenía las manos puestas en el volante, cinco dedos en una y dos en la otra, se inclinó en el asiento y dejo que pasara el tiempo. Uno pensaría que es algo ridículo esperar a que el semáforo se ponga en verde de esa manera pero lo que usted no sabe es  que en ese momento, en ese instante de espera; Erick ve como el tiempo se vuelve lento, tan lento que solo se relaja y se deja llevar por esa sensación; paz completa sin estrés ni preocupaciones. Sentía que todo a su alrededor desaparecía por unos momentos pero esos momentos se volvían casi eternos. Cierra los ojos, hagamos lo mismo, su mente entra en un trance de relajación agradable siente que está acostado en agua y solo se oye el silencio de ese momento mágico. Lo ves y percibes que en ese momento te ocurre lo mismo, se va y lo acompañas por un rato pero él llega a un lugar del cual tú no tienes permitido entrar.
Las personas de la colonia “tres dedos” siempre pensaron que Erick era una persona extraña mucho antes de que se volviera un adicto a la espera del semáforo. Pero, cuando vieron que su carro duraba horas en aquel viejo semáforo lo tacharon completamente por loco. Locos tachando locos, ¿por qué digo esto? estas personas fueron las que le quitaron los dedos a Erick pensaron que él era una ladrón; y, en ese lugar tan antiguo  era la manera de controlar los robos. Pero, lamentablemente Erick nunca robo nada. Por eso le llaman vulgarmente “los tres dedos”. Poco le preocupaba a Erick que le quitasen tres dedos, al fin tenía otros siete.

Nunca le pudieron quitar en su espera, él disfrutaba estar en el semáforo. Los policías lo dejaban ahí así evitaban más tragedias para la ciudad. A pesar de lo que el mundo pudiese decir de ese hombre jamás lograrían que se fuera del semáforo en rojo. Ni tú ni yo ni los habitantes de esa colonia lo lograrían. Erick, inmóvil desde hace siete horas; el perro de una vecina se acerca y sin querer huele el hedor que expedía el vehículo motivo más que suficiente para que saliera corriendo.